No
hay joya tan valiosa como la libertad del hombre viandante,
el cuál con sus armas más notables: armonía,
calma y acuerdo,
arroja
pétalos de rosa al viento y danza sobre colinas de girasoles dorados.
Su
voz se alza para exclamar al mundo ¡respeto!
Y su
mano se levanta sobre otro para ofrecer un abrazo fraterno.
Cambia
el proyectil por una revolución de amor,
Bomba,
tanque, mosquetón;
para
ser fundidos en monedas de valor,
para
levantar a al carente,
para
albergar al herido,
para
proteger los vestigios,
para
redimir la sangre de la memoria encarcelada.
Para
propalar olivos balsámicos
e
inundar la tierra en lechosas amapolas tersas.
Para
liberar copiosas palomitas blancas,
que
vuelen libres por doquier sea.
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