jueves, 13 de julio de 2017


Aromas desconocidos me los diste todos,
sabores que no tenía en mi memoria ni en mi piel.
Poco a poco fui envolviéndome en tus esencias naturales,
que llegaron a mi cuerpo para nunca desvanecer.

Me diste a probar de tu boca, Centauro,
de tu miel sedosa supe que eras mío para siempre,
de tus labios gruesos jamás me he despegado,
ni de tus formas que se hicieron forma en mis brazos y en mi vientre.

Me diste tus abrazos, Adonis,
y así como aquella Afrodita me apasioné de ti,
de tus caricias supe que eran únicas,
de tu sonrisa la incitadora, 
de tus ojos la tristeza en tu mirada,
y de tus manos el temblor del amor que jurabas por mí. 

Me diste tu cuerpo, Eros,
y así como avanza el otoño al invierno,
avance yo por tus rincones, los que tenías para mí, inquieto. 
de tus movimientos la libertad,
de tu cercanía, la culpa,
de tu entrega, la mía para ti, solo para ti.

Y en el misterio de esas viejas noches, mi canto 
que era una copla de tu belleza, tu mi presa,
mi figura completa y mi esencia lejana,
mi varón con dos alas,
y mi cosmos estrellado, iluminando mis noches solitarias.

Me diste a probar de tu boca, Hidalgo,
me diste todos tus besos, quedaste sin ellos.
Te apropiaste de mí, entera,
te incrustaste en mis pensamientos. 





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