Aromas desconocidos me los diste todos,
sabores que no tenía en mi
memoria ni en mi piel.
Poco a poco fui envolviéndome
en tus esencias naturales,
que llegaron a mi cuerpo para
nunca desvanecer.
Me diste a probar de tu boca,
Centauro,
de tu miel sedosa supe que eras
mío para siempre,
de tus labios gruesos jamás me
he despegado,
ni de tus formas que se
hicieron forma en mis brazos y en mi vientre.
Me diste tus abrazos, Adonis,
y así como aquella Afrodita me apasioné
de ti,
de tus caricias supe que eran
únicas,
de tu sonrisa la
incitadora,
de tus ojos la tristeza en tu mirada,
y de tus manos el temblor del
amor que jurabas por mí.
Me diste tu cuerpo, Eros,
y así como avanza el otoño al invierno,
avance yo por tus rincones, los
que tenías para mí, inquieto.
de tus movimientos la libertad,
de tu cercanía, la culpa,
de tu entrega, la mía para ti,
solo para ti.
Y en el misterio de esas viejas
noches, mi canto
que era una copla de tu
belleza, tu mi presa,
mi figura completa y mi esencia
lejana,
mi varón con dos alas,
y mi cosmos estrellado,
iluminando mis noches solitarias.
Me diste a probar de tu boca, Hidalgo,
me diste todos tus besos,
quedaste sin ellos.
Te apropiaste de mí, entera,
te incrustaste en mis
pensamientos.
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